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Catástrofe ferroviaria en la estacion del Once

A principios de enero, al haber cumplido  los 75 años,  presentó  su renuncia y al Papa  Benedicto XVI, el cual, como establece el Derecho Cannico, “proveerá teniendo en cuenta todas las circunstancias”. Bergoglio pensaba que la aceptación se demoraría quizás hasta un año y medio, pero sin esperar a más  comenzó a  destruir  papeles, regaló  escritos inéditos a Gustavo Marcos y fue regalando los libros que no eran de los de su pequeña biblioteca particular, por ejemplo al periodista Jorge Rouillon.Una de las veces que fue a Flores, el barrio de su niñez y juventud, visitó el Hogar Sacerdotal, residencia  para sacerdotes jubilados y reservó una habitación de la planta baja, a donde iría a vivir  cuando se retirase. Comentó con amigos de confianza que a partir de ese momento se dedicaría a orar y a confesar en la basílica de Lujan y San Cayetano.

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            En la mañana del 22 de febrero un tren abarrotado de personas que acudían a su trabajo,  chocó contra el andén en la entrada de la estación Once, descarrilando.  Murieron 51 personas y 703 resultaron heridas.  La estación Once de septiembre era bien conocida por el cardenal porque era  la de la línea ferrea que lo llevaba regularmente a Intuziango, donde vivia su hermana y familia.

         Al cumplirse el mes el cardenal ofició un funeral en la catedral, donde exhortó a los familiares a “reclamar serenamente que se cumpla la justicia. Detrás de esta gran tragedia hay responsables irresponsables: un sistema ferroviario en el que se hace viajar  como si fueran animales a miles de trabajadores  que se ganan el pan dignamente”.

“Ningun cura o cardenal puede explicar el dolor humano ni la muerte, ni dar una respuesta “tranquilizadora” a los familiares”. Pidió   no acostumbrarse a  desinteresarse por el sufrimiento del otro y decir “a mi no me tocó”

“No nos acostumbremos a la mano fácil que sacude y dice  'gracias, a mí no me tocó'. Somos hermanos en el dolor y como hermanos  miramos el cielo y nos preguntamos por qué. A treinta días de la  tragedia nos preguntamos por qué tantas vidas segadas. El Señor está cerca del que sufre. Señor, si vos estás cerca de nosotros, hacerlo sentir. Señor, queremos que se haga justicia. Pedimos la gracia de llorar,  Padre,  en esta ciudad que no ha aprendido a llorar, en la  que todo se anestesia. No, hay situaciones que no se arreglan sino sacandolo todo a la luz “. Pedimos la gracia de llorar mucho para que las lágrimas limpien nuestros ojos y nos hagan ver la luz, más allá del dolor “.