Textos

 

Cianuro

I

      La moral de los Montoneros, para crear el “hombre nuevo” del Ché Guevara, fue la causa por la que la direccion degradó a Francisco “Paco” Urondo: por “desviaciones burguesas”, al haber sido “infiel” a su pareja, Lili Massaferro, y le ordenó ir a Mendoza a hacerse cargo de la regional de la organización. El pretendió que lo mandaran a otra parte, porque en Mendoza era muy conocido y podría ser pronto localizado, pero terminó por obedecer disciplinadamente. Urondo,  novelista, guionista de cine y poeta, había dicho: “empuñé un arma porque busco la palabra justa” y quiso ser consecuente con su compromiso de militante.

         “El traslado de Paco a Mendoza fue un error”, escribió Rodolfo Walsh.

“Cuyo* era una sangría permanente desde 1975, nunca se pudo mantener en

*Mendoza está en la region andina llamada Cuyo.

pie”. Urondo llegó en mayo y murió el 17 de junio. Esa tarde iba en un coche acompañado de “Lucia” (Alicia Raboy, su compañera) y la hija de ambos y con Renée “Turca”Ahualli. Iban a una “cita de control” y al acercarse al lugar vieron un coche en el que iba Anibal Torres flanqueado por dos personas. Torres había sido secuestrado días antes y comprendieron que estaba allí para “denunciarlos a dedo” tras haber sido torturado. Paco Urondo aceleró, siendo perseguido por un vehículo policial. No pudieron separarse de sus adversarios, que corrían en paralelo intercambiándose disparos. La “Turca” resultó herida en una pierna cuando disparaba a los perseguidores. Urondo  frenó al tiempo que decía “Bajen ustedes. Me tomé la pastilla”. Las dos mujeres saltaron del coche con la niña, mientras Paco disparaba.

         El efecto de la pastilla de cianuro que debían llevar todos los jefes Montoneros para evitar ser capturados y dar información a sus captores, produjo efectos inmediatos. Paco dejó de disparar y murió con dos tiros en la cabeza. “Lucía” corrió apenas dos calles y fue detenida. No hubo más noticias de ella. La niña, de un año, fue llevada por los policías a la Casa cuna, donde días después la recogió su abuela. La “Turca”, herida en una pierna, logró escapar y el año 2011 declaró en el juicio contra los cuatro policías que los persiguieron y que han sido condenados a cadena perpetua.

 

II

El 29 de septiembre María Victoria “Hilda” Walsh estaba en una  casa en el barrio porteño de La Floresta participando en una reunión del secretariado político de Montoneros, cuando el edificio fue rodeado por tropas del Ejército. Mario Firmenich, Rodolfo Galimberti y otros dirigentes lograron escapar mientras Maria Victoria Walsh y un compañero, Alberto  Molina, resistieron una hora y media, hasta que  agotadas las municiones, subieron a la terraza y ella gritó: “ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir” y tomó la pastilla de cianuro; su compañero se suicidó disparándose en la sien.

Rodolfo Walsh conoció la noticia por la radio y un par de meses después escribió en “Una carta a mis amigos”: “Mi hija no estaba dispuesta a entregarse con vida. Conocía el trato que dispensan los militares a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros, la tortura sin límites en el tiempo y los métodos. En una guerra de esas características el pecado no era hablar, sino caer. Llevaba siempre encima una pastilla de cianuro”.

La “Carta a mis Amigos” se publicó en los boletines mimeografiados de noticias de la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA) que recibíamos los corresponsales y amigos. Era el modo de contrarrestar la censura impuesta por la dictadura a los comunicados de los guerrilleros. Los periódicos sólo publicaban los que daban los militares sobre los atentados o los enfrentamientos con la subversión. En esa carta, Rodolfo Walsh evaluaba” la real gravedad de nuestra situación militar es “el elevado porcentaje de pérdidas y de territorios que hemos tenido que evacuar; la retirada del apoyo de la clase obrera, la derrota de la clase media y el desbande de los intelectuales y profesionales. Nos enfrentamos con una situación que amenaza convertirse en exterminio. La dura realidad actual no permite ni siquiera pensar en el poder y la realización de nuestros sueños socialistas”. Sólo queda intentar ”sobrevivir, para lo que la seguridad individual y colectiva debe ser prioritaria. Los líderes montoneros que preserven las estructuras bajo su mando tendrían que ser un favor a considerar en las promociones futuras”, para lo que sugería “al comando nacional, junto con las figuras más conocidas de la organización, refugiarse en el exilio, para quitar al enemigo la posibilidad de infligirnos derrotas decisivas al capturarlos o matarlos”.

Fue la única de las propuestas y reflexiones que el alto mando tuvo en cuenta.

III

Rodolfo Walsh no se refugió en el extranjero, sino que prosiguió la lucha. El 25 de marzo del año siguiente, 1977, un día después de escribir una “Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar” y minutos después de enviar por correo los primeros ejemplares, un “grupo de tareas” del ESMA lo rodeó en una calle céntrica de Buenos Aires  y le ordenó entregarse. Walsh se resistió con su arma y fue herido mortalmente. Murió horas despues en el ESMA, donde su cuerpo fue visto por testigos, allí presos, que declararon en el juicio contra veinte oficiales de la Armada, de los cuales trece fueron condenados a prisión perpetua y otros siete a penas entre 25 y 18 años.

IV

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El 2 de diciembre los diarios anunciaron la muerte, en Lomas de Zamora, en las afueras de Buenos Aires, de Esther Norma Arrostito, “Gaby”, una dirigente histórica de Montoneros. “Un demoledor golpe” dijo La Opinión. “Arrojó una granada e ingirió una capsula de cianuro”. Los otros diarios también destacaron su muerte en un enfrentamiento que tuvo lugar a las 9 de la noche.

 Sin embargo años después algunos de sus compañeros dijeron que la habían visto e incluso conversado brevemente con ella en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los principales centros de detención y torturas. Jaime Dry dice que la vió “limpia, peinada y bien vestida, como los detenidos que gozaban de un cierto régimen de libertad, pero en su caso estaba con grilletes en los pies”. Graciela Daleo asegura que “los represores la tenían en un mayor aislamiento que otros prisioneros, que estaban en proceso de recuperación, es decir realizando trabajos de oficina. Tenia autorización para estar en la pecera algunas horas por las tardes”. Elisa Tokar recuerda se cruzó con ella “una vez que yo salía de la sala de las embarazadas y me preguntó cómo estaban las compañeras”. Todos los testigos  dicen que para ellos “Gaby era un símbolo de militancia y resistencia en la prisión, porque se negaba a la colaboración con los captores”.

Susana Ramus fue la última que la vió con vida el 15 de enero de 1978: “Estaba en la parte de atrás de una camioneta, donde me llevaron para que la acompañara mientras la llevaban al Hospital Naval. Estaba bastante consciente y me agarró la mano y me miró”.

La “doble muerte” de Norma Arrostito se puede entender por las declaraciones de los testigos, abogados y fiscales del juicio en que fueron declarados culpables y condenados a muerte sus responsables, oficiales de la Marina. Lo más probable es que “Gaby” Arrostito ingirió la pastilla de cianuro el 2 de diciembre de 1977 pero sus captores consiguieron evitar que muriera y fue llevada a la Escuela de Mecánica de la Armada, donde fue torturada y murió al cabo de 13 meses.  Su cuerpo no ha aparecido.

Muchos compañeros “murieron por efecto de la pastilla, pero los militares aprendieron a neutralizar los efectos del cianuro si los detenían inmediatamente y sobrevivieron, dando luego información bajo tormento. La delación existió y fue importante en la destrucción de las organizaciones guerrilleras. “Supervivientes de la Escuela de Mecánica de la Armada y de Campo de Mayo estiman que solo el 5 por ciento de los miles fueron capturados por casualidad o por acciones de inteligencia. El 95 por ciento se originó en la acción directa o indirecta, bien  entregando documentos y localizando casas donde  vivían o se reunían los guerrilleros, o bien con la práctica del dedo, acompañando a los militares que patrullaban por las calles y señalando a la decena de compañeros que conocían en la célula, aunque no supieran sus nombres verdaderos”, ha escrito Pilar Calveiro *.

*De la obra “Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años 70”. Editorial Norma, Buenos Aires, 2005. Pilar Calveiro, montonera fue detenida en 1997 y estuvo un año y medio en el ESMA y otros centros. Tras un breve exilio en España reside en México donde es profesora de la Universidad de Puebla.   

 

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A pesar de las enormes bajas que venían sufriendo los montoneros realizaron en los últimos tres meses varias acciones que causaron un gran daño a las Fuerzas Armadas: en octubre hicieron estallar una bomba en el microcine del Círculo Militar de Buenos Aires, causando 50 heridos, y otra bomba en el despacho del subjefe de la Policía de la provincia de Buenos Aires, hiriéndolo a él y a cuatro comisarios.

En diciembre llevaron a cabo un gran atentado en la sala de conferencias de la Subsecretaria de Planeamiento del Ministerio de Defensa, matando a 14 altos jefes militares y de inteligencia e hiriendo a  20.

Tres coroneles y siete directores y ejecutivos de grandes empresas extranjeras fueron asesinados en otros tantos atentados en ese trimestre.